Cadenas

La conciencia es un don peligroso. Hoy racionalizar los hechos para verlos a distancia se me antoja increible, además de frívolo. No puedo dividir en una cuadrícula demasiados sentimientos enredados. Soy presa de mi tiempo, mis ojos, mi piel sumisa y son crueles cadenas que me condenan a la aceptación. Basta de intentar colorear una realidad para poder tragarla mejor, voy a comprar a esa tienda de la verdad donde todo resulta demasiado caro y su peso puede conducir al éxtasis del agotamiento.
Es la conciencia quien me lo pide, es ella quien me guía...tarde. Dejarla aparcada por unos momentos, romper los diques que procuraban la distancia entre la realidad y el deseo...y la máscara de verdugo se cuelga en tus mejillas. Quién inventaría su nombre. La traición creó su genio y la locura le proveyó de un arma. Es el papel más duro a interpretar...porque se quedan sin vida sus manos y los ojos se tornan opacos, dejando de VER a sus víctimas.
Un rasgón en su tela, que no es ligera ni pretende serlo. Un jirón despojado de un dique, que mostrará su solidez con el paso del tiempo o desnudará una débil cimentación. Dudas y dejas de comprender...esperas y vuelves a crearte ilusiones. Aceptar no es fácil y quisieras maquillar los recuerdos...pero sería traicionarlos, traicionarle, traicionarte y el engaño no forma parte de mi farsa...no aún, porque será la única bandera que quede en pie cuando las demás se inclinen bajo el peso de las circunstancias, porque será esa negación a la hipocresia la que mantenga erguida mi conciencia, dañada, cruel y sola.
Solos, todo ser humano vive su camino solo y nadie es capaz de sentir el caminar de otros pies.