Siento que podría caminar eternamente bajo esta lluvia; girar la cabeza y observar el repiquetear de las juguetonas gotas sobre la mar, perdidas en su inmensidad...como yo entre aquella chica que patina cubierta de rodilleras, coderas, muñequeras...rosas, a juego con su mp3; bajando la mirada ante el lapidario cartel que sostiene un hombre ya sin dignidad; "soy pobre", anuncia, no suplica, no abre la boca... y las gotas surcan sus mejillas repletas de arrugas, recorren su ¿triste? historia; sosteniéndola con el muchacho que camina curvando su cuerpo a cada paso, con un rítmico movimiento de rap que tiene cautivadas a dos niñas que lo siguen...rien entre ellas y parece que lo pasan bien.
Entre la familia que corre apresurada a su apartamento veraniego, insultados por la meteorología que auguraba soles para aquella tarde, entre la pareja que pasa a los museos y así contar con un decorado más cultural para sus besos y entre el anciano deportista que corre sin camiseta junto a la orilla, desafiando a los dos tiempos con su vaho intermitente...Entre todos ellos, me pierdo y me gusta; sentirme pequeña, independiente, con apenas unos vagos ojos que se posan levemente sobre los míos para luego salir volando en pos de otra víctima.
Nadie que sepa que me agobian los paraguas, que no me gusta dejar los libros del revés porque se ahogan, que me encanta quedarme horas mirando por la ventanilla del tren mientras el paisaje se raya a su paso y mi pensamiento deambula entre esa mecánica descomposición casi sublime. Que adoro el agua de la ducha hirviendo sobre mi cuerpo y sentarme sobre una roca mientras me acaricia el viento...Nadie que conozca mis secretos y manías.
Yo, sin rendir cuentas a esta nueva ciudad, esfumándome entre sus historias como un suspiro
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