
La conciencia nos hace humanos, sin ella somos pedazos de carne. Sin Pepito Grillo, Pinocho hubiese sido una eterna marioneta de madera, sólo cuando descubre que esa voz es importante, se transforma en un niño de verdad.
Sin los temibles remordimientos ("No va a volver a pasarnos esto" -escuchando, por cierto, la Habitación Roja en este instante-) nuestro "yo" se diluye en el sistema. Un sistema infectado por la carencia de valores, por un "todo vale" que se somatiza en la infinita arrogancia de una juventud que se piensa con derecho a todo y sin deber a nada, una tolerancia de bandera sometida al placer propio, directo enemigo de los principios (ya lo dijo Benjamín Prado).
Es la era de Narciso, una "Edad del vacío" como diría Lipovetsky, en la que impera un individualismo hedonista personificado. Al diversificar las posibilidades de elección, de anular los puntos de referencia, se pone en marcha una cultura hecha a medida.
Han muerto los tabúes y los ídolos. Sólo hay espejos.
"Ya no importa decir la verdad, mentiras rondando por la ciudad" La Hab.Roja.
P.D; Es que hoy me ha levantado de mi letargo un pedazo de carne que intentaba, por lo visto, fundir la cilindrada de su moto nueva.