Se han rendido ante la desesperanza y no conmueven como antes. Se dejan morir y ante el estoicismo perplejo bajo el que ahora me acusa Séneca, decir que no, ya ni siquiera se suicidan. Miran la tierra que les mantiene erguidas con desgana y el imperio las somete a su voluntad, sesgada por la pérdida de ese último mal que logró cobijar Pandora.
Se han cansado de gritar, de vivirse entusiasmadas y espectantes ante la posible captura de un destello casi inapreciable. Concluyen dejándose llevar por la voluntad del viento, presas de la impotencia de no poder salir de la dictadura de la lata y caminar sin raíces, sin dar explicaciones por tantos años de quietud...rehenes de su condición.
Condicionadas por su indecisión.
Indecisión carente de espectativas.
Espectativas que se borraron bajo el golpe del tiránico imperio.
